viernes, 12 de julio de 2013

A DIOS ROGANDO...

Aquí estoy de nuevo, con la segunda de las entradas para hoy, y fiel a mi cita semanal con otro personaje de LA HEREDERA.
Esta vez, es el primero de los que yo llamo "peces gordos", es decir, secundarios que tienen mucho más peso específico en la novela y en la historia: don Fabián.
Don Fabian es, por decirlo finamente, un cura fiel a su religión, con altos principios que no son, en ocasiones, los más adecuados para conducirse. Por eso decide flexibilizarlos cuando las circunstancias así lo requieren, o sea, cuando, en su opinión, otros asuntos más urgentes y de mayor importancia que los rezos, lo reclaman.
Es un hombre honesto, directo y demasiado sincero en ocasiones. Cualidades que siempre han sido apreciadas por nuestro prota, Diego de Casanueva. Entre ellos existe un fuerte lazo de amistad y camaradería forjado desde el nacimiento de Diego. Para él es como su segundo padre... Bueno, el primero, si tenemos en cuenta que es mucho más determinante que su progenitor natural.



Un cura a la antigua usanza, párroco de la iglesia de Padre Jesús (ahí tenéis una imagen de la misma), que buscará caminos poco ortodoxos para ayudar a Diego a conquistar el corazón de Elena...


Aunque me da en la nariz que Diego no será el único destinatario de su ayuda. Bueno, aquí os dejo un pequeño aperitivo de su aparición en LA HEREDERA. Que sepáis que, en más de una reseña, lo han señalado como uno de los personajes favoritos. Por algo será...

"[...] El penetrante y creciente sonido de una carcajada hizo que levantara la cabeza, atónito.
Don Fabián reía a mandíbula batiente, y cuanto más lo hacía, más aumentaba la incómoda sensación de parecer... ridículo.
Mortificado y desconcertado, se puso en pie y se dirigió a él con el ceño fruncido.
-¿Puedo saber qué es lo que le hace tanta gracia? -preguntó con aspereza.
Don Fabián tuvo que esperar a que el ataque de risa cesara para poder contestar. Aún con una amplia sonrisa en sus labios, posó su mano sobre el hombro de Diego.
-Es peor de lo que me imaginaba - dijo, en un sentido que solo él conocía-. No puedo decirte más, hijo. Solo recordarte que el amor verdadero es muy difícil de encontrar. Y cuando ese milagro se produce, hay que luchar por él con uñas y dientes. -Se dirigió a la puerta-. Si la muchacha te interesa realmente, sé prudente [...]".