viernes, 15 de noviembre de 2013

EN LA TORMENTA

Hola a tod@s!!
Tengo el blog un poquito abandonado, y este espacio todavía más. Y es que soy novata en las dos cosas, aunque en esto de los microrrelatos me supero, jajaja!!
Bueno, aquí os va uno de mis delirios, como me gusta llamarlos, a ver qué os parece.
Por cierto, TODO, ABSOLUTAMENTE TODO lo que aparece escrito en este blog de mi puño y letra, está debidamente registrado. (Es que se me había olvidado hacerlo notar con anterioridad. Como mi "carrera" literaria es tan corta...)

EN LA TORMENTA

Podría morir en la cama con ella.
            Eso es lo primero que pienso cuando la veo en el umbral de la puerta, armada con dos copas y champán, evaluando la diminuta toalla que cubre mis partes íntimas.
            Todo se borra de mi imaginación. El viaje programado a aquella isla paradisíaca, mi misión cumplida, los bultos escondidos bajo la cama… Incluso la fuerte tormenta que arrecia contra los cristales de mi habitación.
            Sus ojos me acarician como lo hicieron antes, cuando acortamos distancias en la piscina del hotel. Su perfume envía señales a mis instintos animales. El cuerpo, escultural y seductor, está embutido en un ajustadísimo vestido negro que deja muy poco a la imaginación. Sus interminables piernas —¡Joder, menudas piernas!—, acaban en unos zapatos negros, con finísimos tacones de vértigo y una punta de diminutas dimensiones.
Un pecado viviente.
Me siento inferior, pero intento disimularlo.
            —Sabía que me harías una visita —proclamo, como si fuera un himno a la masculinidad.
            Ella decide entrar. Se deja mimar por la luz de la mesilla de noche antes de desafiarme con la mirada.
            —Me la estabas pidiendo a gritos —responde, machacando mi autoestima.
Yo solo me fijo en sus pies.
—Caray, nena, menudos zapatos.
—Son stilettos.
—¿Cómo dices?
Ella levanta una pierna y me lanza uno de esos… stilettos, esperando que lo recoja. No la defraudo.
—Eres un aburrido —me acusa con voz melosa—. ¿Nos divertimos un poco?
—Claro.
 Uno siempre está dispuesto después de un arduo trabajo con final feliz. Cojo la copa que me ofrece. Sentada en el borde de la cama, cruza sus piernas a lo Sharon Stone. Así descubro que no lleva ropa interior.
Ella inspira. Me doy cuenta de que ha descubierto el inesperado alzamiento de mi toalla de baño.
No hay más palabras. Apenas nos acabamos el champán cuando ella se abalanza sobre mí y me tumba de espaldas. Estoy indefenso, siendo el capricho de una hermosa ninfómana, el esclavo de sus deseos, de su boca, de sus dientes, de su lengua.
Me succiona. Bebe de mí sin piedad, y yo me dejo hacer. Se apropia de mi sexo, llena su interior, me cabalga con maestría… Y me hace tocar el cielo con las manos.

Horas después, un golpe de viento me despierta.
Mi brazo está unido al cabecero de la cama. Por el tacto, imagino que son unas esposas. Alargo el otro para encender la luz.
Lo que descubro me deja mudo.
Ella exhibe su gloriosa desnudez sobre mí, victoriosa. El tacón de un stiletto presiona mi pecho. Aturdido, tardo en reconocer la reluciente placa que exhibe ante mis ojos. Cuando empiezo a comprender, veo los bultos escondidos bajo la cama, ahora desperdigados por la habitación.
—Atrapé al ladrón —proclama triunfal—. Soy inspectora de policía. Quería pasar un buen rato contigo antes de detenerte… Ya me entiendes.
Sí. Soy como un trofeo de caza.
No hay más sonido, ni resistencia por mi parte.
Tan solo el ruido de la tormenta que retumba en la ventana.